Luego de los 40´s –aunque dicen que nunca es tarde- me he dado cuenta que más importante que la habilidad para soñar es la capacidad para ejecutar esos deseos.
Tener un sueño, es el comienzo y saber alcanzarlo es el objetivo final.
Habemos cabezas duras e insistidores crónicos de diverso calibre que aún luego de mil caídas nos seguimos levantando y tratando de emprender y aprender de errores propios y ajenos. Sin embargo, hay muchos que ni siquiera se animan porque creen, como dijimos en la entrada anterior, que crear, innovar y emprender es un regalo divino para pocos. O peor aún hay otros que se frustran en el camino y desisten no por ausencia de ideas sino por dificultades en el protocolo para implementarlas.
Como creemos que la capacidad de creer y crear está en todos, la diferencia indudablemente está en el que hacemos con ellas. La diferencia entre el “querer” y el “hacer”, está en el método. Y lo hay.
La visión es simplemente un dato, mientras que la ejecución de la visión es algo concreto que se materializa en la realidad e impacta a los demás.
Como alguna vez dijimos aquí, los proyectos se crean dos veces, la primera en el pizarrón y la segunda en la realidad. Que tengamos un sueño y que este sea concretable depende de un método.
Y aquí no queremos decir que el contenido de la concreción del plan sea siempre el mismo o incluso determinable de antemano. En materia de negocios se ha escrito mucho últimamente sobre la necesidad del Business Plan. Así, se critica a la necesidad de contar con Business Plan máxime en entornos tecnológicos o disruptivos en base a la cambiante necesidad de realizar ajustes permanentes. La complejidad del entorno de los negocios hace que los ajustes al plan original muchas veces sean tantos que lo que se escribió al inicio luego es una anécdota. Es cierto esto.
Sin embargo no hay que confundir el contenido con el ejercicio estratégico de pensar un plan. La relatividad futura del plan en correspondencia con lo pensado en el momento “A” no invalida el ejercicio de pensamiento. El cambio es parte del plan mismo también.
El planeamiento en los negocios es un ejercicio estratégico, una disciplina con independencia del resultado que siempre es cambiante.
Cuestionar la herramienta o el ejercicio de planear y pretender invalidarla por la mayor o menor correspondencia con los datos iniciales es como invalidar el ejercicio de planeamiento financiero por el hecho que las asunciones iniciales luego no se cumplen, o cuestionar el tablero de comando en una guerra porque la información cambia o porque se han perdido muchas batallas. Lejos de desprestigiarlo, reafirma su necesidad.
Planificar es un ejercicio de pensamiento en el cual quien tiene que tomar una decisión analiza elementos internos propios y los confronta con variables externas que hacen a la posibilidad de concretar lo que quiere y así en base a la relación de los mismos decide sobre una concreción futura.
Es cierto que luego la realidad impone cambios, pero justamente estos cambios se podrán procesar mejor si siempre se mantiene un ejercicio. Si se está entrenado, mucho mejor.
Como bien dijo filosofo Mike Tyson “Todos tenemos un plan, hasta que viene alguien y te golpea en la cara”. Sin embargo quien esté entrenado física y mentalmente y pueda analizar y repensarse podrá reponerse, quien no, no.
La realidad siempre modifica el plan, pero lo que el plan revela es que el sujeto tiene la capacidad de pensar el proyecto y repensarse a sí mismo.
Siempre digo que el Business Plan es relativo porque es contingente a la realidad, pero el ejercicio de Business Planning es algo crítico y un ejercicio vital para el crecimiento de la empresa.
Es importante porque genera el ejercicio de pensar que es complementario al de la inspiración.
Un sueño concretable comienza por ordenar la motivación y los propósitos para emprender.
Preguntarnos que nos motiva a emprender no es simplemente un acto fundacional filosófico porque luego entre otras cosas contribuirá a ajustar las expectativas y a poder sobrevellevar los primeros momentos de todo emprendimiento que son de gran estrés y zozobra.
Motivaciones hay muchas desde por ejemplo, lograr independencia económica, o pretender tener control sobre los tiempo, trabajar menos (ilusión), o bien ganar más dinero y que este sea variable, o lograr la satisfacción de un nuevo producto o servicio, cambiar una industria, un estado de cosas en el mundo, obtener reconocimiento personal o prestigio etc. Todas son válidas pero diferentes y es bueno que se sepa cuáles son los drivers que tiene el emprendedor a la hora de emprender.
Muchas veces el no pensar esto y no exteriorizarlo con socios e inversores hace que los proyectos se frustren porque aunque no verbalizada la motivación está, y siempre tira para su lado. Por ejemplo, si lo que se persigue es un ingreso fijo, o mayor al que se tenía en un trabajo, pero “sin jefes” pero no se lo exterioriza a los socios que tienen entre sus motivaciones construir una empresa, o liderar un segmento de mercado, o crear algo nuevo simplemente puede hacer que se coloquen – para este socio que privilegia el ingreso fijo- demandas extras a la concreción del proyecto en sí mismo.
Quienes quieran transformar algo, tendrán más resistencia y stamina a la hora de esperar que quien emprende, para tener un ingreso cuanto antes. Esto que parece mejor, es mayor porque muchos proyectos se frustran por la falta de cohesión o visión compartida personal entre los socios. Si esto es exteriorizado y conversado mucho mejor.
Si conocemos que motivaciones tenemos, podemos esperar que llegue lo que deseamos o aún valorar su dilación o cambio. Caso contrario tenemos un engaño en lo que estamos haciendo y no podremos evaluar nuestra performance y la del proyecto.
Las expectativas personales deben también ser monitoreadas así como también se monitorean los objetivos de cualquier proyecto.
A veces hay ilusiones desmesuradas, que en realidad esconcen motivaciones que el emprendedor no tiene ni él identificadas.
Se hacen un montón de cosas cuando en realidad la motivación es lo económico o bien el reconocimiento personal. Nada de esto está mal, pero se debe conocer para ajustar lo que se espera y también para determinar lo que el emprendedor tiene para ofrecer por ello y que no se frustre en su habilidad para emprender porque lo que no sabe que quiere, nunca llega. No llega porque no lo tiene exteriorizado.
Esto que parece tan sencillo, es algo que no muchos hacen y es por ello que ocurren tantas frustraciones producto de expectativas no satisfechas.
Luego de tener clara la o las motivaciones debe haber un orden en los propósitos. Esto ayuda al emprendedor a separar lo que es productivo de lo improductivo para su visión.
¿Qué problema se quiere resolver, o que necesidad se quiere satisfacer con el proyecto? ¿Es un propósito para terceros o para él mismo?
Descartar lo improductivo es crítico para no perder tiempo, pero para eso primero se debe tener clara la motivación para emprender y también los propósitos de cada proyecto.
He visto que si se emprende para lograr reconocimiento, sin tener esto exteriorizado, la dificultad y las frustraciones que vienen con cada proyecto hacen que el emprendedor se resetee permanentemente. Va de ilusión inicial en ilusión inicial. Cuando la dificultad llega, cambia de proyecto. Trabajar en estos niveles iniciales de orden personal le permitiría ajustarlos o ajustarse él a otra actividad como por ejemplo consultoría.
El tener un orden en el plan, permite medir, evaluar y ajustar y esto último nos permite re-definir o bien cancelar un plan que no está ajustado a lo que queremos.
El primer paso para tener un sueño concretable es entonces entender que a la idea primaria deberá complementarla una gran tarea de preparación previa.
A continuación algunas preguntas que el emprendedor podría hacerse en esos momentos iniciales:
1. ¿Qué me motiva a emprender?
2. ¿Qué persigo con esa idea? (Quiero cambiar un estado de cosas en la realidad, o emprendo porque me quede sin trabajo, o porque quiero tener horas libres –(sueño inicial de muchos y gran error)-; o tener independencia, o tener mayor capacidad de adquirir cosas, hacerle mejor la vida a los demás, innovar, etc.
3. ¿Qué me motiva a realiza la idea? ( se relaciona con lo anterior, es dinero, es un desafío personal, es el deseo por hacer cosas nuevas, retos, etc)
4. ¿Qué aptitudes internas tengo para lograr lo propuesto? ¿Cuáles que no posee debo desarrollar y como se realizará esto?
5. ¿Qué capacidades o recursos externos cuento en relación al problema que quiero resolver?
6. ¿Qué estoy dispuesto a dar, esperar y padecer para ver el sueño completo?
Estas preguntas son anteriores al plan de ejecución del sueño en sí, y hacen al hecho de estar listo parar cumplirlo.
Sueños hay muchos, y los planes para la ejecución que se conocen Business Plan en materia de negocios cambian permanentemente porque son simplemente una herramienta.
Lo que si se debe tener claro es porque quiero realizar un sueño y que objetivo persigo con él, porque si no, no hay forma de medirme frente a él y medir su alcance.
La medición ayuda al aprendizaje y el aprendizaje a la superación.
La capacidad para creer se ejercita, y también el orden para lograr lo que se cree y quiere realizar.
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Un sueño concretable
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